Por: Dr. Ángel
Durántez
La dieta
cetogénica es desde luego, junto con otras como el veganismo, la paleo o el
ayuno intermintente, una de las tendencias nutricionales al alza. Se trata de
una dieta muy baja en carbohidratos, y alta en grasas. Recibe su nombre a que
cuando la ingesta de carbohidratos se reduce por debajo de unos 50g al día, se
induce un estado metabólico denominado cetosis, en el cual el organismo obtiene
energía de forma preferente a partir de los cuerpos cetónicos derivados de las
grasas en lugar de la glucosa. Los orígenes de la dieta cetogénica se remontan
a la antigüedad. Aunque el ayuno fue el único tratamiento contra la epilepsia
incluido en la colección hipocrática, hacia 500 años AC, lo cierto es que la
dieta cetogénica fue verdaderamente introducida en los años 20 del siglo
pasado, como tratamiento frente a la enfermedad. Durante dos décadas fue la
terapia de elección, pero con la llegada de los fármacos antiepilépticos, cayó
en desuso. Sin embargo, ha continuado siendo utilizada en casos de epilepsia
refractaria, y en las últimas dos décadas se ha avivado el interés por su uso
en otros ámbitos terapéuticos. Existen diferentes tipos de dieta cetogénica,
teniendo todos en común esa baja ingesta de carbohidratos, necesaria e
imprescindible para que el organismo pase a modo cetosis. La cetogénica
estándar contiene aproximadamente un 75% de grasas, un 20% de proteínas y un 5%
de carbohidratos. En el caso de la dieta ceto alta en proteínas, se pasa a
aproximadamente un 60% de grasas, un 35% de proteína y un 5% de carbohidratos.
Y existen otras aproximaciones como la dieta cetogénica cíclica, con periodos
de días en cetosis y días fuera de ella, o la dirigida, donde se consumen
carbohidratos antes y después de actividad física de cierta intensidad. A
partir de los seis meses la pérdida de peso se reduce entre otros motivos por
la pérdida de adherencia a la dieta.
Uno de los
aspectos donde la dieta cetogénica ha demostrado en diferentes estudios ser
efectiva sería la pérdida de peso. Entre otros mecanismos, se ha sugerido la
alta saciedad inducida por una dieta alta en grasas y proteína, o los menores
niveles de glucosa e insulina en sangre. Algunos estudios han comparado una
dieta cetogénica con una dieta baja en grasas, encontrando que se perdía 2,2
veces más peso con la primera que con la segunda, además de mejorar los niveles
de triglicéridos y de colesterol HDL. Otro estudio comparó la dieta cetogénica
con la dieta para la diabetes UK, encontrando una pérdida de peso tres veces
mayor para la primera.
Beneficios probados
A pesar de su
aparente eficacia, estudios a largo plazo demuestran que a partir de los seis meses
la pérdida de peso se reduce entre otros motivos por el abandono de adherencia
a la dieta, siendo este un efecto común a otras dietas restrictivas. Además,
los estudios controlados en reclusión no han demostrado diferencias entre
dietas isocalóricas convencionales, bajas en grasas o cetogénicas. En cualquier
caso, la cetogénica es interesante como dieta de ataque para pérdida de peso a
corto plazo en algunos pacientes, pero no para todos, ya que aquellos con
predisposición genética a la acumulación de grasa podrían tener mejores
resultados con una dieta convencional alta en proteína.
Y asociada a
la obesidad está la diabetes, para la que la dieta cetogénica ha sido propuesta
como tratamiento, dado el cambio metabólico que supone obtener energía a partir
de los cuerpos cetónicos en lugar de la glucosa. Aparte de que la pérdida de
peso siempre es beneficiosa para la sensibilidad a la insulina, se ha
comprobado en algún estudio como ésta última ha mejorado hasta en un 75% con
una dieta cetogénica. Otro trabajo con pérdida de peso en diabéticos tipo 2,
encontró que un 95,2% del grupo cetogénico fue capaz de dejar o reducir la
medicación para la diabetes, frente a un 62% en el grupo con una dieta
convencional de control glucémico. Además, los primeros perdieron 11,1kg frente
a solo 6,2kg en el grupo convencional. Y en relación a la enfermedad
cardiovascular, también asociada a la obesidad, hay estudios preliminares sobre
dieta cetogénica pero especialmente sobre marcadores intermedios como HDL,
triglicéridos, pérdida de peso, glucemia y presión arterial. En enfermedades
neurodegenerativas como alzheimer o parkinson, también está siendo estudiada,
dado el cambio en el cerebro hacia la obtención de energía a través de cuerpos
cetónicos. Se ha encontrado en estudios preliminares, una mejora de los
síntomas.
¿También para cáncer y envejecimiento?
Uno de los
campos que más revuelo despertó hace algunos años alrededor de la dieta
cetogénica, fue el tratamiento del cáncer. En la década de 1920 se descubrió el
llamado Efecto Warburg, en honor a su descubridor, quien observe que los
tumores captaban cantidades mucho mayores de glucosa que los tejidos que los
rodeaban. Además, la glucosa era fermentada para producir lactato, incluso en
presencia de oxígeno, en la denominada glicólisis aeróbica. El interés por la
cetosis, al reducir al mínimo las cantidades de glucosa circulante, y reducir
la activación de las vías que favorecen la proliferación celular, ha aumentado
en los últimos años en relación al cáncer.
¿Y para el
envejecimiento? Pues parece que también la cetosis podría ser útil para
ralentizarlo. Los cuerpos cetónicos, entre otros el beta-hidroxibutirato,
liberados durante la cetosis se han vinculado con algunos de los efectos
antienvejecimiento del ayuno intermitente. Estudios en ratones han demostrado
que la dieta cetogénica prolonga la longevidad, reduciendo los niveles de
insulina y desactivando la vía mTOR, que es una de los mecanismos por los que
el ayuno puede actuar prolongando la vida. Vista toda esta lista de virtudes,
parecería que la dieta cetogénica es la cura de todos los males. Lo cierto es
que en muchos de estos aspectos los resultados son preliminares, en estudios
con ratones que no pueden extrapolarse directamente a humanos, si bien son
prometedores. La dieta cetogénica puede además tener efectos secundarios.
El lado oscuro
A corto plazo
puede producirse lo que se denomina la “gripe ceto” que consiste en un periodo
de entre una y dos semanas de debilidad, hambre, náuseas, alteraciones
digestivas y menor rendimiento deportivo. Además, pueden producirse
alteraciones en el equilibrio de electrolitos en el organismo, facilitando la
pérdida entre otros de sodio, potasio o magnesio. Uno de los problemas de la
dieta cetogénica popularizada en internet puede ser la aplicación con una
aproximación dietética en la que los alimentos de origen vegetal brillan por su
ausencia. Si bien las fuentes de origen animal van a ser centrales a este tipo
de dietas, por su aporte proteico y de grasas, sin embargo, es posible añadir
numerosos vegetales bajos en carbohidratos, como son las verduras de hoja verde
y algunas brasicas en cantidades limitadas. Existe incluso una versión ceto de
la dieta mediterránea, que ha sido investigada con buenos resultados. Es muy
probable que este tipo de aproximaciones con un mayor apoyo vegetal, puedan
reducir los efectos negativos a largo plazo, con un mejor balance de
sodio/potasio y por ende, de calcio, así como una mejor salud de la microbiota
intestinal, con ese aporte de carbohidratos accesibles a las bacterias
intestinales.
Habrá que
permanecer atentos a los avances de esta dieta que hace que, paradójicamente,
perdamos grasa comiendo más grasas.